Ayer escuchaba una entrevista de dos personajes brillantes, que comentaban su asombro al ver a sus hijos tan grandes. Pensaban ambos ¿Cómo sucedió esto? Cómo llegamos aquí?... entonces me quedé a pensar en mis propios hijos y realmente, los vi adolescentes, grandes, independientes...pero si recuerdo cómo pasó esto.
Tal vez para nosotras las mamás es más fácil tener en cuenta cómo pasa el tiempo en nuestros hijos. Es un día a día en el que nos sorprenden no sólo creciendo, sino madurando. Sus amigos ya no son los mismos, también han crecido, también han madurado y a veces es difícil encontrar en esas caritas las mismas que veía cuando tenían tres años y empezaban a estudiar juntos.
Ellos son los mismos? No. Son ahora producto de lo que les pude enseñar y lo que ellos vieron en su camino. Ya no me necesitan casi. Yo trato de infiltrarme en sus actividades cotidianas, así, como de casualidad, pero cada vez es menos mi posibilidad de hacerlo. Pero tengo claro que así debe ser.
Me toca a mi entonces ahora crecer. Mirarme en el espejo y ahora encontrarme en esta nueva etapa de mi vida, cerca a los cincuenta y tratar de no preguntarme cómo pasó esto, cómo el tiempo pudo dejar huella día tras día. El espejo no miente, entonces me toca escuchar su mensaje sin anestesia, sin pausa y sin disfraces. Tengo las marcas de muchas sonrisas, los ojos llenos de recuerdos lindos, la frente lista para enfrentar nuevas esperanzas, un cuerpo nuevo para una nueva etapa.
Voy a disfrutarlo? Claro que si. Voy a disfrutar ahora mi espacio, mi tiempo, mi posibilidad de avanzar en la vida sólo con mis convicciones. Me apoyaré en mis amigos, en mi familia y en mis hijos, que ahora caminan más seguros por la vida que yo.