Ayer conversaba con unas amigas y el tema era nuestros hijos. Tengo dos hijos adolescentes, con quienes considero tenemos una buena relación. Tenemos nuestros días de pleitos breves, pero, en general, nos llevamos muy bien.
Creo que la clave de nuestro éxito, es exactamente eso, no somos amigos. Yo soy la mamá y ellos son mis hijos. Esto, aunque puede sonar fuerte, para mi da resultado. Un amigo es aquel el el cual confío, alguien que puede compartir conmigo lo más íntimo y de quien escucho comentarios y consejos. En el caso de mis hijos, no aspiro a ser su confidente, porque ellos buscarán y encontrarán sus propios confidentes, los cuales desde la misma óptica, sin distancias generacionales, podrán aportar su punto de vista y sus consejos. Tenemos mucha confianza, pero no aspiro a que me cuenten necesariamente todo.
Un amigo es aquel a quien, guardando las distancias, le permito tratarme de igual a igual, en especial si estamos hablando de los mejores amigos. En el caso de mis hijos, aspiro a que siempre exista una disciplina entre nosotros y bromas que entre amigos están bien, tal vez no quepan entre nosotros, porque debe existir una distancia con el adecuado respeto para que la disciplina necesaria para la crianza de un hijo, un hijo con límites, sea adecuada.
Nosotros no tenemos altercados fuertes, pero si de vez en cuando tenemos discrepancias.
Las horas de regreso a la casa, la cantidad de salidas a la semana, las condiciones de arreglo de la casa, la colaboración en las actividades caseras, son temas que podemos discutir porque no somos amigos. Podemos acordar, pero guardando el respeto y la posición de dominio en las decisiones importantes.
Aspiro siempre a lo que tengo, a ser la dueña del consejo, del consuelo, de la compañía ocasional, de la risa espontánea, del espacio necesario. Pero no aspiro a ser la mejor amiga, porque espero que ellos encuentren en su camino a adecuadas personas que ocupen ese lugar y los acompañen a lo largo de sus vidas. Yo algún día no estaré con ellos, porque es la ley de la vida. Aspiro a que ese día, tengan tan buenos amigos, que ellos ocupen el lugar del consuelo, del consejo, de la compañía y de las risas que es necesario que todos tengamos.
Aspiro a que ellos tengan tan buenos amigos como tengo yo.