Ayer compartimos un agradable almuerzo con mis amigos. Recordábamos que nos conocemos por más de 30 años y que sin embargo cada vez que nos juntamos sentimos la agradable sensación de la naturalidad, de estar con gente que nos conoce antes de títulos, antes de parejas, antes de ser padres, antes de sentirnos adultos.
Es por eso que se convierten en nuestra estabilidad, en las personas que nos hacen volver a nuestros inicios, nos ayudan a recordar quiénes somos en realidad. Cuando alguno de nosotros pierde su rumbo, se encuentra triste o necesita un impulso, nos reunimos a pedido y es así como salimos juntos del mal momento o celebramos juntos el bueno,
Hace poco, una de nuestras amigas cometió un error con su pareja y provocó un serio problema. La tristeza llevó a la llamada y nos reunimos, no para consolarla, sino para que entre risas y burlas, reconociera que había sido su culpa, que debía tomar correctivas, que le tocaba pedir perdón y escuchara disparatadas propuestas de estrategias. Hasta ahora nos reimos del episodio, pero sobre todo, sentimos que esa es la forma de ser amigos, no estando siempre de acuerdo, pero si estando siempre allí.
Por eso pienso que quien no se da tiempo para sus amigos, pierde algo importante: pierde la posibilidad de encontrar sus raíces y su estabilidad. Tener buenos amigos es importante, pero cultivar este tipo de amistades, es realmente bueno para nosotros mismos.