Ayer veía como mi hijo, aquel pequeño que antes iba sólo de mi mano, entraba sólo a la sala de espera del aeropuerto, para volver a estudiar en París.
Lo veía decidido, feliz, satisfecho de haber pasado las vacaciones con nosotros, pero ahora eran eso, sus vacaciones. Su vida normal estaba ahora lejos, tan lejos como grande era su futuro... o su futuro medía más.
Ayer sentí una vez más que había hecho un buen trabajo, pero me cuesta hasta ahora renunciar a tomar esa manito que necesitaba un poco de mi seguridad para seguir avanzando. Me cuesta pero no sufro con eso. Tengo un hijo que sin duda irá tras lo que lo haga feliz, antes que lo que otro quiera o prefiera para él. Con el, otros de sus amigos volvían a la aventura de crecer y veía que tenían las armas para crecer grandes y seguros de lo que hacían, aún cuando se equivocaran, se que van a hacer lo mejor para salir adelante triunfando.
Ayer me tocó ver la espalda de mi pequeño, que miraba de frente a su futuro que no dudo será genial.